Extremadura es hoy una de las 17 comunidades autónomas del reino de España. Está dividida en dos provincias, Badajoz y Cáceres, las más extensas de toda la geografía española. Teniendo en cuenta su población, poco más de 1 millón de habitantes, se trata de una de las regiones con menos densidad demográfica del país (junto a las dos Castillas) y una de las menos pobladas de Europa. Este vacío poblacional hace de Extremadura un territorio de una belleza inusual, salvaje, de grandes espacios apenas alterados por la urbanización y la explotación humana, algo extraordinario dentro del continente europeo.
La geografía extremeña posee ecosistemas únicos, algunos extremadamente frágiles, como la dehesa, preservados gracias a esta ausencia de sobreexplotación.
Extremadura está limitada al norte y al sur por dos sistemas montañosos: el sistema central y Sierra Morena, con cotas más altas en el norte. Un tercer sistema, los montes de Toledo, separa al este la región extremeña de la meseta castellana. El resto del territorio está dividido en altiplanicies y dos grandes valles, el del Tajo, al norte, y el del Guadiana, al sur.
Tal diversidad se refleja en la riqueza de la gastronomía extremeña : la región presenta una geografía particularmente adecuada no sólo para la explotación agrícola y ganadera, si no para las actividades cinegéticas. Esto hace del sector primario la espina dorsal de la economía extremeña. El fértil valle del Guadiana concentra las mayores explotaciones agrícolas, y en consecuencia una parte importante de la población, con tres grandes núcleos urbanos: Badajoz, Mérida y Don Benito-Villanueva de la Serena. El resto de poblaciones tienen también una marcada vocación agrícola y ganadera: desde los grandes pueblos del sur, como Almendralejo o Llerena, o las ciudades más al norte, como Cáceres, Plasencia o Trujillo.
Ya hablaremos de cada una de las regiones extremeñas en otros artículos, pero sirva esta breve descripción para hacerse una idea de la riqueza y la variedad de los productos extremeños: una huerta exuberante y productos derivados de razas ganaderas conocidas mundialmente, como el cerdo ibérico o la oveja merina. Y no nos olvidemos de la caza, máximo exponente del refinamiento al que esta cocina llegó en el pasado, poblando las mesas de la aristocracia y de los grandes monasterios extremeños.
Comments