Cobijada por las estribaciones de los Montes de Toledo se encuentra esta desconocida región de parajes de recóndita y sobrecogedora belleza, donde el tiempo parece detenerse. El nombre de la Siberia, como se conoce hoy a esta comarca del noreste de la provincia de Badajoz, es relativamente reciente, ya que históricamente se conocía como la comarca de los Montes. Su uso se habría popularizado a partir de principios del siglo XX al comparar el aislamiento de esta región con la Siberia rusa. Alejada de cualquier centro urbano importante (las ciudades más cercanas son Talavera de la Reina, en Toledo, a unos 100 km y Mérida a unos 150km) y de cualquier gran eje de comunicación, esta región de Extremadura parece existir al margen del mundo.
Lo que quizás en un tiempo fue considerado como causa de atraso y de subdesarrollo, hoy se valora como un precioso tesoro: en 2019, la Siberia fue declarada por la Unesco Reserva mundial de la Biosfera (primera de la provincia de Badajoz y tercera en Extremadura), reconociendo así la riqueza de un entorno natural de gran valor y diversidad, apenas modificado por la mano del hombre. Los extensos bosques que pueblan los valles y las laderas de las sierras, el denso matorral de plantas aromáticas cuya fragancia nos embriaga en los calurosos días de la primavera y el verano y las suaves dehesas de encinas y alcornoques, bajo cuya sombra se refugian grupos de ovejas, escapando de un sol potente que inunda de luz el paisaje, constituyen un paisaje único, de belleza sutil y serena. Y aquí y allá, algún pueblo, acurrucado a las faldas de una montaña, discreto, que quizás no aparezca nunca en la lista de los pueblos más bonitos de España, pero cuyas calles de blancas fachadas y casas señoriales contribuyen a esa sensación de intemporalidad y de lejanía, lejanía del ruido y el bullicio de nuestras ciudades.
Preservada de la urbanización y de la explotación turística masiva, como tantas otras regiones de Extremadura, la Siberia posee una fauna exuberante, que hace de ella un lugar excepcional para la caza mayor y menor; de hecho la zona cuenta con grandes cortijos transformados en cotos de caza, que ofrecen condiciones inmejorables para la práctica de tal actividad. No resultará difícil para cualquiera que se adentre por la comarca observar grupos de ciervos, gamos, corzos o jabalíes, correteando por las extensas dehesas y buscando el frescor de arroyos y estanques, así como una gran diversidad de aves, entre las que destacan varios tipos de águilas, halcones y buitres.
No es raro pues encontrar guisos y asados con carne de caza, pero la gastronomía de la Siberia es ante todo heredera de la cocina de los pastores que han poblado estas tierras desde tiempos inmemorables. Una gastronomía sencilla y de subsistencia que aprovecha los recursos que ofrece el campo y que estaban al alcance de todo el mundo: recordemos que la caza era (y es) un privilegio de unos pocos y que el acceso a la carne fresca estaba igualmente fuera del alcance del común de los mortales. Los platos siberianos tienen como base fundamental, como tantos otros de la gastronomía extremeña, el pan, los productos de la huerta y las elaboraciones de la matanza: las migas, el ajoblanco, los mojes o las sopas de leche y de tomate son algunos de los platos más característicos de la región, sin olvidar el puchero o los gazpachos de invierno que calentaban los días más fríos del año. Estos alimentos se completaban con productos silvestres, dignos hoy en día de cualquier tienda gourmet, como son los exquisitos cardillos, los espárragos trigueros o las criadillas de tierra (nada más y nada menos que trufas blancas). Y por supuesto los peces que poblaban los abundantes cursos de agua de la región y en especial el río Guadiana que atraviesa la comarca de punta a punta; peces que constituían la base de platos como el escarapuche y que hoy en día escasean debido a la construcción de embalses, que sirven para regar las vegas situadas curso abajo del río Guadiana, y que han hecho de la Siberia la región de España con más kilómetros de costa de agua dulce.
Mención especial merece la apicultura, a la que se dedica buena parte del pueblo de Fuenlabrada de los Montes, cuya miel es de una calidad excepcional, utilizándose en la preparación de algunos de los dulces típicos de la zona, como la candelilla o los canutillos. Obradores y conventos como el de las Clarisas situado en el señorial pueblo de Siruela continúan elaborando una riquísima dulcería tradicional extremeña, con suaves aromas de cítricos y anís, como las famosas chaquetías que se ofrecen a la Virgen de Consolación, cuyo santuario se esconde en lo más recóndito de la Sierra de los Golondrinos.
Como ya he dicho en otros artículos, una parte de mi familia es originaria de esta región, de Herrera del Duque, capital de la comarca. Paseando por sus calles, a los pies de su imponente fortaleza de origen árabe, veo la vida de sus habitantes como continúa discurriendo de modo apacible y LENTO.
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