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El tomate extremeño


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La región de Extremadura es en la actualidad uno de los mayores productores de tomates del mundo y el primero de España (alrededor del 70% de la producción nacional). La comarca de las Vegas Altas (provincia de Badajoz) y lo que llaman el “Triángulo del tomate” (entre los pueblos de Miajadas, Zorita y Madrigalejo, al sur de la provincia de Cáceres) concentran las explotaciones más importantes. Este desarrollo se produce en el marco del conocido como plan Badajoz, cuyos orígenes remontan a principios del siglo XX aunque se ejecutase sobretodo durante el periodo de la dictadura franquista, y que supuso la transformación del valle del Guadiana en una zona de grandes cultivos de regadío gracias a la construcción de grandes embalses como el de Cíjara, García Sola o Orellana. La envergadura del proyecto tuvo un impacto enorme sobre la región tanto desde el punto de vista medioambiental como económico.


El tomate es sin duda uno de los productos más importantes del sector agroalimentario extremeño y su rendimiento no ha hecho más que aumentar en los últimos años. Se trata sobretodo de un tomate para uso industrial, es decir para su procesado y envasado, entero, triturado, concentrado o en polvo, y que en muchos casos se dedica a la exportación internacional.


Mucho antes del desarrollo de este cultivo intensivo, el tomate ya tenía una presencia muy importante en el campo extremeño, ocupando un lugar de honor en la gastronomía de la región. En muchos casos se trataba de cultivos que se dedicaban al consumo familiar o a un pequeño comercio local; pero en otros, como en el caso del pueblo de Talavera la Real, situado en las Vegas Bajas del Guadiana, cerca de la ciudad de Badajoz, la producción alcanzaba dimensiones más importantes, que hacía que se comercializase incluso más allá de los límites de la región (llegando incluso hasta la capital andaluza).


El tomate, perteneciente a la familia de las solanáceas, viene de América, como el pimiento y la patata, y empieza a cultivarse en España y posiblemente en Extremadura ya hacia el siglo XVII. El tomate posee muchas variedades; en Extremadura, las más antiguas, consideradas como autóctonas, como las del tomate rugoso y el peludo, se han perdido. Otras, originarias de otros rincones de la Península, llevan cultivándose desde siglos y tienen un fuerte arraigo local, como el tomate negrito o talaverano, el rosado o de sangre de toro y el de telaraña o cuelga. Aunque muchas de estas variedades fueron dejando de ser cultivadas, hoy son muchos los pequeños agricultores y algunas cooperativas que los recuperan y los siguen produciendo en huertos ecológicos, siguiendo métodos tradicionales. Se trata de un producto todavía muy desconocido y apenas comercializado fuera de la región, contrariamente a otros como el rosa de Barbastro o el feo de Tudela por poner sólo algunos ejemplos, y que merece sin embargo un lugar de honor entre los mejores tomates de España.


Más allá del tomate para uso industrial, existe pues un tomate extremeño de suave y exquisito sabor, que ha sido durante siglos pilar fundamental de la gastronomía local. Las iniciativas de algunos agricultores para continuar cultivándolos deben ser protegidas y alentadas desde las instituciones, promocionando este producto y dándolo a conocer al resto de la población. Se trata de un tesoro que no se puede perder.


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